Durante los días 11 y 12 del  mes de junio de 2005 tuvo lugar en aguas de la bahía coruñesa la final del campeonato gallego de la especialidad de pesca submarina de este año. Las piezas capturadas fueron utilizadas para la investigación que, sobre la gestión de la pesca submarina gallega, desarrollan el Departamento de Biología de la FEGAS (Federación Galega de Actividades Subacuáticas) y el Grupo de Recursos Marinos y Pesquerías de la Universidad de A Coruña, con el apoyo financiero de la Fundación Océano Vivo.

 

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El Club de Regatas de la Marina Civil, organizador del campeonato, tuvo la amabilidad de cedernos los peces capturados para la obtención de los datos necesarios para nuestras pesquisas. En concreto los animales fueron pesados, medidos y diseccionados para la extracción de los órganos reproductores, muestras de tejido muscular y sus estómagos. En principio, los resultados que buscamos son el cálculo de las relaciones entre talla, peso y madurez de los peces objeto de pesca deportiva, así como información acerca de sus preferencias alimenticias y el nivel trófico que ocupan las distintas especies estudiadas en el ecosistema marino. En definitiva, nada que otros grupos de investigación no hayan realizado antes, aunque secundariamente surgió la oportunidad (no exenta de riesgos, como veremos) de obtener resultados inesperados acerca de la estrecha relación entre los sistemas sensoriales de hombres y moscas.

 

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Resulta obligado agradecer la encomiable entrega de los participantes en el grupo desplazado para la toma y procesado de las muestras biológicas. Un nutrido equipo multidisciplinar formado por estudiantes, becarios e investigadores de biología marina, jardineros, azafatas de vuelo (perdón, tripulantes de cabina de pasajeros), fotógrafos, abogados, amas de casa con sus retoños, escaladores, hosteleros, espontáneos y curiosos. Gracias a todos por colaborar de manera entusiasta y absolutamente desinteresada en los trabajos de campo del proyecto.

 

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Los pescadores submarinos disfrutaron de sendas jornadas con unas condiciones atmosféricas y oceánicas excepcionales para la pesca, cielos nublados y mar en calma. A pesar de ello, las capturas resultaron escasas y todos los participantes informaron de una baja densidad de peces en las zonas de competición. El equipo de disección procesó un total de 205 ejemplares pertenecientes a 5 especies distintas. El peso total de los individuos diseccionados fue de 343 kg, con lo que el peso medio de las capturas fue de algo más de 1.5 kg. A falta del completo procesado de las muestras y atendiendo al estado de los órganos sexuales de los pescados puede decirse que el mayor esfuerzo de pesca se realiza sobre clases de edad con una baja relevancia reproductiva, con lo que puede mantenerse que el impacto sobre las poblaciones explotadas podría resultar sostenible en el tiempo. Determinar los tiempos de recuperación de las comunidades de peces sometidas a extracción deportiva constituye parte importante de los objetivos de nuestras investigaciones, que esperamos puedan ofrecer resultados en este sentido en breve plazo. 

 

La sobreexplotación de los recursos que los humanos llevamos a cabo en todo el mundo tienen parte de culpa en el progresivo distanciamiento de nuestra especie respecto de las demás (de hecho utilizamos de una forma instintiva el término “animal” para referirnos a los “animales no humanos”). Pues bien, una serie de circunstancias casuales concurrieron en los días posteriores al campeonato para recordarme nuestra humilde posición en la escala de la vida. Uno de los recipientes de muestras quedó levemente destapado como consecuencia del empuje de los gases procedentes de la fermentación del contenido del enorme estómago de un congrio (supuestamente incluido en formol). El calor veraniego provocó la asfixiante propagación de un penetrante olor por el laboratorio de Zoología 1, en el cuarto piso de la Facultad de Ciencias de la Universidad de A Coruña. Empujado por mis compañeros hube de trasladar las muestras hasta el sótano, atravesando para ello, absolutamente consternado, todo el edificio. Una vez en la relativa calma del sótano pude comprobar con asombro como una mosca de la carne se las había arreglado días atrás para introducirse en el bote y depositar sus huevos en el interior, con que lo que un día fue parte del aparato digestivo de un enorme pez era ahora un palpitante conjunto de larvas blancas.

 

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El sistema sensorial de aquella mosca, formado por células muy similares a las nuestras, captó el leve rastro de olor mucho antes que cualquiera de nosotros sospechara lo que ocurría a escasos metros de nuestras mesas de trabajo, se las arregló para atravesar varias puertas que normalmente se encuentran cerradas, una caja supuestamente estanca y dos tapaderas entreabiertas, toda una proeza. Claro que lo que para la mosca constituyó una oportunidad reproductiva, acarreó la pérdida de una valiosa información y se convirtió en un apreciable riesgo para la carrera de este investigador, puesto que durante la mudanza hasta el sótano pude comprobar por las caras de horror de los infortunados que me crucé por las escaleras, Decano incluido, que el olor era claramente perceptible.